Marchite, ¡ô nunca!, frío i cano yelo
de tus labios la dulce i blanda rosa,
do las Gracias, do Amor siempre reposa,
ni otro sitio invidiando ni otro cielo.
Dellos nunca a herir levanta el buelo,
ni hacha cuida o flecha rigurosa,
que una blanda palabra gracïosa
arma i enciende en el purpúreo velo.
Destos, pues, roxos, blandos i süaves
labios do se arma Amor, i que encendieron
mi pecho en llama i rosa dulcemente,
¡nunca, ô tiempo!, permitas que los graves
yelos de edad la púrpura ardiente
amortigüen, i llama en que m’ardieron.
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