Temblor que confía
Cuando la nada eleva su muralla,
Rosa que da su seno a las avispas,
Riesgo que cruza la tormenta
Aunque el barco se hunda,
Como una gaviota solitaria,
Plumas que vuelan en el aire violento,
Pañuelo que se agita en el muelle brumoso
Cuando todos se han ido
Y la inevitable madrugada
Repite como siempre
Sus soledades de campanas grises,
Mano olvidada del mendigo
Que quiere dar hasta los huesos
Y vuelve con su oro sin destino,
Pradera que arrugaron las sequías
Y desde abajo impulsa manantiales,
Niño que acaricia las fieras,
Corazón atrevido que se anima
A latir en el desierto,
Vaso de agua que se ofrece al sediento homicida
En el instante en que derrama
La vida de la presa,
Lazarillo del loco, lluvia fresca
En las ramas vacías, flor
Que perfuma entre los números,
Pelícano entre horas y bocinas,
Libro del ciego, estrella que la noche
No siente ni conoce, estío en el invierno,
Fuego que los leños desprecian
Y no encienden, escalera que invita
Y las piernas no suben,
Llama que a nadie abriga sin peligro,
Magdalena a los pies de Jesucristo,
-espanto de Simón, el fariseo,-
Enemigo que roba la vida,
Amor,
Que tiene nombre de locura.