Nueve rayas de tiza iii

En el feroz acuerdo

A que llegaron. Donde dobla el día.

En las patas de oso

Que levantaron ellas hasta amarrarlos por detrás del cuello.

O en el cristal de las sábanas.

Hubo más tarde, como siempre, llamadas

De reloj, de teléfonos abiertos

Inútilmente ya, cuando ya sólo eran

Cenizas, o brasas, un hiriente latido

De carmín en los labios.

Esporádicamente

Da el viento en los visillos y se vuelve a marchar.

Porque no hay nada. Nadie

Obligará a ese gato de la esquina

A levantar los párpados

E iluminar de luz verde la pared

Que siempre fuera una página en blanco.


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Poema Nueve rayas de tiza iii - Agustín Delgado