A Nicholas
Tengo un nieto que vale lo que pesa en estrellas
Porque es luz, pura luz juguetona y traviesa.
Más que viento es tornado. Más que río es torrente.
Es capitán, soldado, vaquero y superhéroe.
Con sobrantes de cielo le pintó Dios los ojos
Y fundió en sus cabellos varias onzas de oro
Para dar apariencia de angelito al pilluelo
Que parece caído de un retablo del cielo.
Es terco y resabioso; pero con besos nobles
Se adueña de universos y funde corazones.
Se arrima a mi costado con su intención de azúcar
Y obtiene el caramelo que no debí dar nunca.
Al verlo, veo la vida fluir por vez tercera:
Él es un sol naciente, pujante primavera
Que llena de luz joven mi agradecido otoño
Con el que me han querido bendecir de otro modo.
Cuando logro domarlo por fugaces segundos
Y sentarlo en mis piernas, se ilumina mi mundo
Hasta que en su rebelde locura se libera
Y vuelve a su aventura de plástico y de cuerda.
En él, también fundidas, dejo palabras mías
Para que lo acompañe mi amor toda su vida.