A mi amante

Es media noche: vaporosa calma
Y silencio profundo
El sueño vierte al fatigado mundo,
Y yo velo por ti, mi dulce amante.
¡En qué delicia el alma
Enajena tu plácida memoria!
Único bien y gloria
Del corazón más fino y más constante
¡Cuál te idolatro! De mi ansioso pecho
La agitación lanzaste y el martirio,
Y en mi tierno delirio
Lleno de ti contemplo el universo.
Con tu amor inefable se embellece
De la vida el desierto,
Que desolado y yerto
A mi tímida vista parecía,
Y cubierto de espinas y dolores.
Ante mis pasos, adorada mía,
Riégalo tú con inocentes flores.
¡Y tú me amas! ¡Oh Dios! ¡Cuánta dulzura
Siento al pensarlo! de esperanza lleno,
Miro lucir el sol puro y sereno,
Y se anega mi ser en su ventura.
Con orgullo placer alzo la frente
Antes nublada y triste, donde ahora
Serenidad respira y alegría.
Adorada señora
De mi destino y de la vida mía,
Cuando yo tu hermosura
En un silencio religioso admiro,
El aire que tú alientas y respiro
Es delicia y ventura.
Si pueden envidiar los inmortales
De los hombres la suerte,
Me envidiarán al verte
Fijar en mí tus ojos celestiales
Animados de amor, y con los míos
Confundir su ternura.
O al escuchar cuando tu boca pura
Y tímida confiesa
El inocente amor que yo te inspiro:
Por mí exhalaste tu primer suspiro,
Y a mí me diste tu primera promesa.
¡Oh! ¡luzca el bello día
Que de mi amor corone la esperanza,
Y ponga el colmo a la ventura mía!
¡Cómo de gozo lleno,
Inseparable gozaré tu lado,
Respiraré tu aliento regalado,
Y posaré mi faz sobre tu seno!
Ahora duermes tal vez, y el sueño agita
Sus tibias alas en tu calma frente,
Mientras que blandamente
Solo por mí tu corazón palpita.
Duerme, objeto divino
Del afecto más fino,
Del amor más constante;
Descansa, dulce dueño,
Y entre las ilusiones de tu sueño
Levántese la imagen de tu amante.


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Poema A mi amante - José María Heredia