A mi esposa en sus dÍas

¡Oh! Cuán puro y sereno
Despunta el Sol en el dichoso día
Que te miró nacer, ¡Esposa mía!
Heme de amor y de ventura lleno.
Puerto de las borrascas de mi vida,
Objeto de mi amor y mi tesoro,
Con qué afectuosa devoción te adoro,
¡y te consagro mi alma enternecida!
Si la inquietud ansiosa me atormenta,
Al mirarte recobro
Gozo, serenidad, luz y ventura;
Y en apacibles lazos
Feliz olvido en tus amantes brazos
De mi poder funesto la amargura.
Tú eres mi ángel de consuelo
Y tu celestial mirada
Tiene en mi alma enajenada
Inexplicable poder.
Como el Iris en el cielo
La fiera tormenta calma
Tus ojos bellos del alma
Disipan el padecer.
Y ¿cómo no lo hicieron
Cuando en sus rayos lánguidos respiran
Inocencia y amor? Quieran los cielos
Que tu día feliz siempre nos luzca
De ventura y de paz, y nunca turben
Nuestra plácida unión los torpes celos.
Esposa la más fiel y más querida,
Siempre nos amaremos,
Y uno en otro apoyado, pasaremos
El áspero desierto de la vida.
Nos amaremos, esposa,
Mientras nuestro pecho aliente
Pasará la edad ardiente,
Sin que pase nuestro amor.
Y si el infortunio vuelve
Con su copa de amargura,
Y en mí cargue su furor.


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Poema A mi esposa en sus dÍas - José María Heredia