Las veo descender. Lentas. Sin alma.
Sangradas ya sus venas.
Inútiles.
Traspasadas de vientos inclementes
Y de heladas escarchas.
De una en una,
Desde el árbol frondoso que vistieron
De efímera mentira,
De la que – ya es noviembre – se desnuda.
Y veo como queda el árbol ( quedo ),
Gritándole a la nube
En suplica del rayo.
Como un crucificado que no sabe el porqué.
Desnudo. Lamentando
No haber sido capaz, al fin de tiempo,
De impregnar en amor,
Al menos una sola de sus hojas,
Que hoy – noviembre –
No se volviera ceniciento barro
Y volara como una mariposa
Esperanzada en encontrar el alba.
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