La vuelta de martin fierro viii

565
Mas tarde supe por ella,
de manera positiva,
que dentró una comitiva
de pampas a su partido,
mataron a su marido
y la llevaron cautiva.

566
En tan dura servidumbre
hacían dos años que estaba;
un hijito que llevaba
a su lado lo tenía.
La china la aborrecía
tratandola como esclava.

567
Deseaba para escaparse
hacer una tentativa,
pues a la infeliz cautiva
naides la va a redimir,
y allí tiene que sufrir
el tormento mientras viva.

568
Aquella china perversa,
dende el punto que llegó,
crueldá y orgullo mostró
porque el indio era valiente:
usaba un collar de dientes
de cristianos que él mató.

569
La mandaba a trabajar,
poniendo cerca a su hijito
tiritando y dando gritos,
por la mañana temprano,
atado de pies y manos
lo mesmo que un corderito.

570
Ansí le imponía tarea
de juntar leña y sembrar
viendo a su hijito llorar,
y hasta que no terminaba,
la china no la dejaba
que le diera de mamar.

571
Cuando no tenían trabajo
la emprestaban a otra china,
“Naides”, decía, “Se imagina,
ni es capaz de presumir
cuanto tiene que sufrir
la infeliz que esta cautiva.

572
Si ven crecido a su hijito,
como de piedá no entienden
y a suplicas nunca atienden,
cuando no es éste es el otro,
se lo quitan y lo venden
o lo cambian por un potro.

573
En la crianza de los suyos
son bárbaros por demás.
No lo habia visto jamás:
en una tabla los atan,
los crian así, y les achatan
la cabeza por detrás.

574
Aunque esto parezca extraño,
ninguno lo ponga en duda:
entre aquella gente ruda,
en su bárbara tropeza,
es gala que la cabeza
se les forme puntiaguda.

575
Aquella china malvada,
que tanto la aborrecía,
empezó a decir un día,
porque falleció una hermana,
que sin duda la cristiana
le había echado brujería.

576
El indio la sacó al campo
y la empezó a amenazar
que le había de confesar
si la brujería era cierta;
o que la iba a castigar
hasta que quedara muerta.

577
Llora la pobre afligida,
pero el indio, en su rigor,
le arrebató con juror
al hijo de entre sus brazos,
y del primer rebencazo
la hizo crujir de dolor.

578
Que aquel salvaje tan cruel
azotándola seguía;
más y más se enfurecía
cuanto mas la castigaba
y la infeliz se atajaba
los golpes como podía.

579
Que le gritó muy furioso
“Confechando no querés;”
la dió vuelta de un revés
y, por colmar su amargura,
a su tierna criatura
se la desgolló a los pies.

580
“Es increible” me decía,
“Que tanta fiereza esista;
no habrá madre que resista;
aquel salvaje inclemente
cometió tranquilamente
aquel crimen a mi vista.”

581
Esos horrores tremendos
no los inventa el cristiano:
“Es bárbaro inhumano”
– sollozando me lo dijo –
“Me amarró luego las manos
con las tripitas de mi hijo.”


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Poema La vuelta de martin fierro viii - José Hernández