Te alejas en la sustancia del tiempo.
La luz no sabe qué paisaje esconden tus ojos cerrados.
Las nubes que regresan de hemisferios ateridos
preguntan por tu sombra esculpida
en yo no sé qué tierra de ausencia, lívida y morosa.
En el río de diamante de un mayo herido
-¡mayo todavía no me había herido, no!-,
se congela en tenue eternidad tu agonía,
como de miel de caña o de obsidiana silenciosa.
La arena del sufrimiento en tus manos se desliza.
Recordarás cómo caen, cómo caen, cómo caen,
vagarosamente, una a una, dos a dos,
sin propósito definido como tristes días,
en tibio viento naufragadas, las hojas de las ceibas.
Rompan la muralla del silencio,
porque tu voz quiere proyectar su onda,
porque tu ademán quiere libertar sus pájaros.
Recordarás que en mayo la tierra henchida
senos de mujer madura en calor de violencia vegetal.
Mayo no te había herido,
sino esta luna afilada y tenebrosa,
sino esta luna nueva.
Recordarás cómo canta el agua
el aria familiar de tu sosiego.
(Pero ya baten las sonoras plantas del delirio
y aúllan los lobos de antiguos episodios
por veredas en que te nos pierdes de antemano
por la gacela del enigma sorprendidos).
¡No te vayas, padre!
¡Río benévolo y patriarcal, deténte!
Pero ya eres sustancia del tiempo,
ya eres de mi corazón cercenada lejanía,
presencia armoniosa en un mundo en el cual el olvido
a inefable memoria se reintegra
y en virtud de perduración se acrisola,
trigo y sol, miel y cristal, transparencia y vuelo,
apta materia para construir auroras,
designio puro de rendido sueño.
El viento negro ha pasado,
el gran viento negro
en mi corazón por mayo herido,
en mi corazón, en mi sangre, el viento negro,
el gran viento negro sin orillas,
¡el gran viento negro!
…mayo, junio, julio…
4 de agosto de l938…