YO no sabía que aquí mirabais el mundo
Con los ojos cerrados,
Que amabais las cosas con tanto desenfreno,
No sabía nada de vosotros ni de este continente
Al que llegamos siguiendo el curso del olvido.
Vengo del Norte,
De los acantilados de un destierro,
De los muelles que esperan la ternura,
De las mareas del último suspiro.
Ella quiere pediros una estrella fugaz para amarrarse
El pelo;
Está cansada y ha venido mirando atrás
Como los que no vuelven.
Mañana se verá en las aguas y quedará preñada
De las profundidades; mañana, siempre mañana
Como hacen las promesas.
Vengo del Norte,
De la edad retorcida de las viñas,
De los poblados rústicos del vértigo,
Del alarido febril del urogallo.
Desde ahora poseeréis el delirio de arcilla
Que retumba en el vientre de la cerámica,
Poseeréis la fuga de las olas, el verbo de la espuma.
Desde ahora beberéis el jugo del pomelo
Y plegaréis la simetría del alma en los moluscos
Y llevaréis sombreros como los que vendimian
Las llanuras del alma.
Yo no sabía que aquí entendíais la prisa de los ríos
Y cruzabais la historia en balsas de corteza.
No sabía nada ni de vuestros frutales afrodisíacos
Ni de vuestras mujeres migratorias.
Vengo del Norte,
De donde lloran las abuelas cuando suenan las gaitas,
De las escapatorias de los topos,
De las minas saladas de las lágrimas,
De la beatitud que fermenta en los hórreos.
Soy prisionero del salitre. ¿Por qué no preguntáis
Cuántos naufragios tengo?
Puedo responderos con una nube.
Ella viene conmigo y en los días bisiestos
La amaré con dos bocas.
Ella es la amada que vieron los pescadores en las afueras
De la niebla.
Ella es la heredera de los faros,
La última gitana de la estirpe del llanto.