Dichosa edad que aquel siglo dorado
aventaja el febeo movimiento,
y en cuanto ha rodeado el firmamento
en nuestra España el fruto ha mejorado.
Con un Apolo nuevo, enamorado
de Dafne no, de Angélica contento,
sus lágrimas cantando y su lamento,
del árbol que ellas riegan laureado.
Parnaso y Citerón con nuevas flores,
adornan frente y sien del nuevo Apolo
por mano de sus musas, confesando,
se mueren por Angélica de amores,
después que está sus lágrimas cantando
nuestro español ibero, Soto solo.