Mis hijos son pequeños todavía.
Diariamente en la mesa,
Llega la hora de la fruta,
Y tengo que pelar una manzana
O una naranja.
Yo tengo prisa por terminar de comer.
Para mí la mesa suele ser una obligación
No demasiado grata.
Pienso que pierdo el tiempo
Pelando esta manzana que miro silencioso.
Pero tomo el cuchillo y enseguida mi oficio
Cobra una dimensión de no sé que importancia.
( Me acuerdo de aquel jefe que tuve
Hace ya muchos años.
Era muy alto, y me parecía
Menos hostil que otros.
Allá arriba, en las sienes, le brillaba
El blanco cabello inicial
Como a ciertos actores de cine
De tópica atracción entre muchachas
Aún adolescentes.
Tenía yo entonces poco mas de veinte años.
Y él hablaba así – mientras yo escuchaba –
Con otros compañeros:
” Yo creo que el hogar
Es sentarse a la mesa diariamente
Y pelar fruta para cuatro”…
Otro día se murió;
Sí, joven todavía.
Y cuando me dijeron que había muerto
Yo solamente pensé en la mesa enorme de su casa,
Sola con unos cuantos frutos
Esperando aquel ademán cotidiano
Y un débil mal Humor que ya no volvería.)
Ahora, todos los días tomo el cuchillo, y tengo
Que pelar la manzana o la naranja.
Me molesta, me aburre.
Siento que pierdo el tiempo,
Que debo levantarme de la mesa
Para hacer algo que creo más importante.
Pero me acuerdo de aquel hombre,
Y cojo el cuchillo,
Como agarrándome a la vida
Que tengo todavía
Entre estos niños y junto a estas frutas.