Si pudieras nacer de mis dos senos
en vez de dormitar en quieto vientre,
yo iría llevando, amado, entre
dos montes de salud y lumbre llenos.
Te encontrarías en vírgenes montañas,
donde sombras en luces se confunden
y saltan turbulentas y se hunden
en la sima veloz de mis entrañas.
Tú estarías, alma y cuerpo muy serenos,
reposando sobre híbridas alfombras
-pura esencia de luces y de sombras-
contemplando el misterio de mis senos,
que, halcones de la luz, defenderían
con el fuego inconsciente de sus poros
el fruto de sus selvas tan extrañas;
y al nacer, dulcemente se abrirían
gimiendo, silenciosos en sus lloros,
como aves que perdieran sus entrañas.