De su madre se despide
triste el Rey Nuestro Señor,
con palabras en los ojos
y lágrimas en la voz.
“A pedir”, dize “Señora,
vengo vuestra bendición,
porque no podré mañana
y es bien que me la deis oy.
Manda mi padre que vaya,
madre, a cierta pretensión,
y aunque muera en la demanda
he de bolver vencedor.
Hijo soy de buenos padres
y he hazer como quien soy,
a morir voy como hombre,
y a redimir como Dios.
Mi padre pide justicia
y misericordia vos,
y muriendo yo, Señora,
podré cumplir con los dos.
Amor quiere que me vaya,
quiere que me quede amor,
lo mismo quiero que quiere,
y assí me quedo y me voy.
En pan me daré a los hombres,
hecho de harina de flor,
¡qué mucho, si sois la harina,
y flor entre espinas sois!
Quedaráse el hombre en mí,
en él me quedaré yo,
y como me caiga en gracia
será lo mismo que soy.
Dadme, besareos la mano,
y no me digáis que no,
ved que os llevo atravesada
en mitad del coraçón.
Ved que el amor me da prisa,
muero por morir de amor,
y deseo yo su vida
más que el mismo pecador.
Abriréle por bien suyo
una puerta al coraçón,
y con los braços abiertos
saldré a ofrecerle el perdón.
Quedaráse tan abierta,
que pensarán más de dos
que por la sangrienta llaga
el cielo se me cayó.
En las tormentas del hombre,
que tantas y tales son,
desnudo me echaré a nado,
vivirá aunque muera yo.
A morir me parto, madre,
¡ay, madre!, quedaos a Dios,
si haréis, porque vais conmigo
y yo me quedo con vos.”
Hombre, si no eres de piedra,
muéstralo en esta ocasión,
pues las piedras se enternecen
al despedirse los dos.
Parte acompañar a Christo
en su muerte y su passión;
tu señor muere por ti,
muere tú por tu señor.
Muere animoso a su lado,
mira que al lado de Dios
la muerte no será muerte,
ni el dolor será dolor.
Y si a tanto no te atreves,
porque te yela el temor,
a consolar a su madre
te queda en tanta aflición.
Llora y llora tus pecados,
alegrarás a los dos,
porque lágrimas por culpas
sus dulces consuelos son.
Llorando, aun quando Dios muere,
puedes alegrar a Dios,
y consolar a su madre
en la soledad mayor.