No fueras tú mujer, y no eligieras
Interesables gustos. Si tú amaras,
Mis dotes naturales abrazaras,
Sus miserables bienes pospusieras.
Adora a un monstruo de oro; lisonjeras
Mentiras apetece, estima avaras
Felicidades torpes, pues reparas
En lo que esconden montes, pisan fieras.
Riquezas, de tu amor apetecidas,
Herede yo, si así te satisfaces,
Que premiaran tu amor; pero más justo
Es que, imitando en la elección a Midas,
Tengas, cuando en tu esposo el oro abraces,
Con sed al interés, con hambre al gusto.