Yo habito un retirado monasterio
Donde a solas dialogo con mi Cristo.
Como único guardián, en él subsisto
Cumpliendo con mi humilde ministerio
De amor: pulir los vastos corredores,
Atender el jardín siempre florido
Donde Dios me celebra, agradecido,
El cuidado que he puesto en tantas flores.
Preparar la capilla y – siempre en vela –
Aguardar el divino advenimiento:
Jesús que se me acerca y que me ensalma.
Y luego, como premio al centinela,
Al irse esparce un soplo de su aliento
Dentro del monasterio de mi alma.
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