Mientras la gracia me excita
Por elevarse a la esfera,
Más me abate a lo profundo
El peso de mis miserias.
La virtud y la costumbre
En el corazón pelean
Y el corazón agoniza
En tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan fuerte,
Temo que tal vez la venzan.
Que es muy grande la costumbre
Y está la virtud muy tierna.
Obscurécense el discurso
Entre confusas tinieblas
Pues ¿quién podrá darme luz
Si está la razón a ciegas?
De mí misma soy verdugo
Y soy cárcel de mí mesma.
¿quién vio que pena y penante
Una propia cosa sean?
Hago disgusto a lo mismo
Que más agradar quisiera;
Y del disgusto que doy,
En mí resulta la pena.
Amo a Dios y siento en Dios,
Y hace mi voluntad mesma
De lo que es alivio, cruz;
Del mismo puerto, tormenta.
Padezca, pues Dios lo manda,
Mas de tal manera sea
Que si son penas las culpas,
Que no sean culpas las penas.