Me esmeré.
Le puse cuidado:
La arena húmeda,
El molde preciso,
La tortuga preciosa.
Dos conchenitas, los ojos
Y exágonos exactos, el caparazón.
En cuanto estuvo levantada
Le improvisé una fiesta
Para enseñársela a la cría.
Con la ilusión aún caliente
En las manos húmedas.
Mi hija no tardó más de un segundo
En pisarla
Y destrozárnosla
A las dos.
Fue el instinto.
Y lo peor es
Que no será la última vez
Que lo haga.