Marea alta en el espejo

De esta nada soy, del hondo de la tierra,

De los platos donde aúlla la nostalgia.

Cada noche los espejos asaltan las ventanas:

Dóciles sombras se abrazan en el fuego;

Ataúdes anticipan el atrio de la mañana.

La memoria muere en la suerte de los sueños.

¿Quién conmigo en este vértigo goteando sobre el muro,

Sobre la lengua desangrada de los cerrojos?

Aquí la fosa es la mía y la de otros orfebres.

No hay altares, ni sedantes para seducir la ternura.

Todo es transitivo: la carne viva, la carne del paladar.

A ratos el incienso de los gritos espanta;

Espanta el chubasco del descenso y el pájaro final de las trompetas.

Ya para caer, infalible, ríen de par en par

Las sales pesadas del concreto, las campanas solemnes,

Y la ausencia que uno deja en otros hombros

Para repetirse como las fechas en otras humedades placentarias.


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Poema Marea alta en el espejo - André Cruchaga