Siempre regreso a Dios con la marea.
Cansado de este incierto cabotaje,
De pronto se me vuelve absurdo el viaje
Y decido pedirle que me vea.
Y recalo en un puerto de agua viva
Cuya ruta conozco desde niño
Para tender mi red, y con cariño,
Alguien me la remienda desde arriba.
Allí, en la pleamar de mi conciencia,
Descanso de mi ancla y de mis velas
Pues dejo en buenas manos mi timón.
Y al fin, calafateada mi inocencia,
Me vuelvo a complicar con mis estelas
Porque no aprendo a izar mi corazón.