Yo vengo que la tierra donde la chirimoya,
talega de brocado, con su envoltura impide
que gotee el dulzor de su nieve redonda,
y donde el aguacate de verde piel pulida
en su clausura oval, en secreto elabora
su sustancia de flores, de venas y de climas.
Tierra que nutre pájaros aprendices de idiomas,
plantas que dan, cocidas, la muerte o el amor
o la magia del sueño, o la fuerza dichosa,
animalitos tiernos de alimento y pereza,
insectillos de carne vegetal y de música
o de luz mineral o pétalos que vuelan.
Capulí – a cereza del indio interandino-,
codorniz, armadillo cazador, dura penca
al fuego condenada o a ser red o vestido,
eucalipto de ramas como sartas de peces
-soldado de salud con su armadura de hojas,
que despliega en el aire su batallar celeste-
son los mansos aliados del hombre de la tierra
de donde vengo, libre, con mi lección de vientos
y mi carga de pájaros de universales lenguas.