Junto a una pulquería
cuyo título es “Los godos”
disputaban dos beodos
la tarde de cierto día.
Yo pasaba por fuera
de la taberna predicha,
me detuve y por mi dicha
oí la disputa entera.
– Oiga, amigo, no me abroche
tan horrenda tontería,
yo le digo que es de día.
– Pos’ yo digo que es de noche
– Pos’ yo el sol es lo que miro
y no hay estrella ninguna.
– Pos yo digo que es la luna
y muy grandota dialtiro’.
Es que asté’ ya se le escapa
toditito don Perfeuto’
porque ya siente el efeuto’
del maldecido Tlamapa.
-¡Qué Tlamapa, ni qué nada!
A mí el pulque no me aprieta,
– Pos’ yo apuesto una peseta.
– Pos’ yo apuesto mi frezada’.
-¿Pos’ con quién nos arreglamos?
– Pos’ con cualesquiera’, vale,
– Bueno, pero no me jale.
– Bueno, pus’ entonces vamos.
Y entre diciendo y haciendo
este par de tercos beodos,
se salieron de “Los godos”
casi, casi que cayendo.
Y viendo pasar un coche
al cochero se acercaron,
y presto le preguntaron
si era de día o de noche.
Pero el salvaje cochero
movió triste la cabeza
y respondió con torpeza:
señores: ¡soy forastero!