Como si una nube se hubiese dormido
sobre la esmeralda del cañaveral,
con un gris sedoso, media desteñido
la guajana flecha la vista espectral.
En su pesadumbre de esfuerzo perdido,
de una neurastenia lánguida, eternal,
tiene la elocuencia sutil del olvido,
y un sugestionismo lúgubre y fatal.
La llanura sufre la calenturienta
sensación de un ansia; sobre ella revienta
la guajana coma el copo de amargar,
y en aquella eterna sonata de almíbar,
irrumpe la triste lágrima de acíbar
como en la alegría revienta el dolor.





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