Cuando estoy en su casa duermo solo.
No me he atrevido nunca a afrontar el pasillo
Que velan los ronquidos frágiles de sus padres.
A veces, en la noche,
Noto el hueco invisible que no ocupamos juntos.
Y entonces pienso siempre en el amor
Que no hicimos en días
De intimidad pospuesta y acaso sin saberlo.
No en las húmedas noches ni en los prados borrosos
De calor ni en las playas soleadas:
En el vagón sin ella y en las tardes de clases
Y en los libros leídos y olvidados
Y en las peleas tontas y en esas dos semanas
De necia calentura hasta que dijo sí.
Ah, las aguas paradas, el corazón inquieto.
Perder placer es triste y el deseo
Irremplazable muere a cada instante
En un mundo de amantes silenciosos.
Pero por la mañana,
Cuando se van sus padres – vermú dominical-,
Ella viene a mi cama, soñolienta y desnuda.
Su ternura que es próspera llena un hueco en el mundo
Y deja al corazón sin argumentos.