Heridas entre el cuarto menguante y la luna negra

¿Quién es el muerto en traje de bodas de este día?

La una de la tarde:
su campanada resquebraja el interior del día:
resquebraja la luz:
me resquebraja

La una: su lentísimo bronce

Hacia nosotros vuela la una de la tarde:
la paloma:
la paloma podrida de la tarde

Urde el tiempo la trama de su crimen

Fulge un escupitajo en la frente de la virgen

Una mujer hermosa escupe escarabajos:
la luz amarga fermentó en la sombra.

Hombres de ojos cansados retornan a sus casas
Mujeres donde el filo de la madrugada cala profundamente
Niños en la garra del sueño
Muchachas con el cuello entre las fauces de la Pesadilla

Dos rojísimas brasas queman la oscuridad:
son los ojos del Príncipe del Aire
mi Enemigo.

No es posible tocar el corazón humano
sin mancharse de sangre.

Se ha secado en tu frente la corona de hiedra
Otra vez hay mar cruel
azul amargo
maligna transparencia

Se apagó el cristal rojo

El paraíso de la Pasión fue devastado

¿Bailar desnudos en un cementerio?

Volvió al nocturno aullido
la Loba encadenada.

¿Con tan humanos pechos
querías amamantar la Eternidad?

Qué deseo de hacer estallar mi corazón como una
bolsa de papel

Qué ganas de arrojar sobre tanto verdor
un cubetazo de sangre caliente
que lo encienda todo.

Un rayo cruza la estancia silenciosa

“Afuera hay luz” me digo:
pero ese rayo
segará mi garganta.

Se fue la Diosa
En su lugar quedó
tan sólo
una hermosa mujer
hablando en prosa.

Ella se va también

La Hembra
ha retornado al rebaño de hembras.

Yo también me retiro

Atrás quedó la noche
el libro abierto
el pequeño jardín rodeado de abedules
donde amamos nueve horas sucesivas

Queda la cueva negra en que juramos
La fogata pequeña que se encendió en su vientre
Los nuevos ojos con que Vio

Atrás queda la Música que nunca pudimos escuchar
El tálamo que nunca volvimos a tener
Las voces del Destino

Atrás quedan los ojos transparentes:
el pueblo
el agua
el ámbar:
un manojo de días atados por la Luz

Yo me voy
paso a paso
equilibrándome sobre la cuerda tensa de la tarde

Extraño fuego el de los ojos húmedos

La página se moja:
yo había decidido no llorar

Cielo negro

Relámpagos

Seguirá muchos meses la estación de las Lluvias.

Pero habrá versos míos que nunca olvidará:
le quemarán la lengua y la memoria
y tendrá que decirlos en voz baja
como aquel que murmura
o se confiesa.

Me dijeron que no

Me dijeron que había que andar siempre con la cabeza gacha
mirando el polvo
y los escupitajos sobre el asfalto sucio

Me dijeron que yo no era un milagro
sino un mero accidente biológico carente de sentido

Me explicaron que Yo no era más que
un producto social
o un producto económico
o un producto de mi historia temprana

Me dijeron que nadie podría hablar con el Viento
Que las serpientes nunca lamieron los oídos de nadie
ni instalaron en ellas el susurro profético

Ante mis ojos desplegaron argumentos irreprochables:
silogismos teoremas corolarios premisas:
chisporroteantes fuegos de artificio

Me dijeron que no tendría jamás
la blanca imagen
enjoyada y desnuda
de la Diosa
en mi cama

Agregaron que no existe la Diosa

Dijeron Por lo tanto y luego entonces
Dijeron Si y sólo si

Pero yo dije no
y regresé hasta el lecho donde Ella me esperaba
enjoyada y desnuda

Y le he contado todo
tal como ahora se los platico a ustedes.


1 Star2 Stars3 Stars4 Stars5 Stars (1 votes, average: 5.00 out of 5)

Poema Heridas entre el cuarto menguante y la luna negra - Efraín Bartolomé