Cuarto canto

El arco tenso de la aurora virgen
Va disparando flechas
De luces sonrosadas.

El lento desperezo de los ríos
Cuelga sus campanillas de murmurios
En el portal del día.

Por el aire, un perfume de hojas frescas
Va acariciando el rostro adolescente
De la mañana tibia.

Al buen rabino Benn Asser detienen
El aria de los pájaros,
La descalza inocencia
De las mozas sin prisa,
El diálogo sencillo
De los viejos pastores
Y el ruido atronador de las carretas.
De pronto se embelesa con un nido de mirlos
Que abren la interrogante
De sus plumajes fúnebres
Y sus picos de oro.
Y piensa en el amor.

Adivinando que Yavé le escucha,
Le pregunta medroso:

? ¿Qué dicen esos pájaros
Que, de pronto, suspenden
La presteza de un vuelo
Para cantar muy juntos
En el nido escondido
Entre trémulas ramas?
¿Quieres, Yavé, decirme
Qué cosa es el amor?
¿Qué cosa es ese jugo
De fruta prohibida
Que cautiva y que gusta,
Que envenena y trastorna,
Que sostiene y que mata,
Que llega sin avisos
Y se va cuando deja
Muchas brumas de heridas
Y un carcaj de recuerdos?
Perdóname, Yavé, si te pregunto
Por algo que persiste
En el alma del hombre
Para su pena y dicha,
Para su risa y lágrimas,
Para su sed sin fuentes
Y sus fuentes sin sed.
Perdóname, Yavé, si te pregunto
Por ese sentimiento
Que entristece y que alegra,
Que se sacia y que se ansía,
Que revive y se ahoga
En sus aguas profundas;
Por ese sentimiento
Que hace hablar a los mudos,
Sonreir a los tristes
Y llorar al que ríe.
Perdóname, Yavé, si te pregunto
¿qué cosa es el amor?

? Amor es lo que queda
Después de las borrascas,
No la borrasca misma.
Es el agua que besa
Los hombros de la playa
Con sus labios de espuma,
No el ímpetu de las olas
Que golpea los navíos.
Amor?¿tú lo sabes??
Es la huella del canto
Que tararea el viajero,
No es el canto que cantan
Los que saben cantar.
Amor es el suplicio
De perseguir luceros
Que al asirlos se apagan,
No es asir los luceros que no se mueren nunca.
De que existe el amor
Tú te das cuenta cuando ya no existe,
Porque deslumbra y ciega al mismo tiempo,
Como las luces súbitas
De súbitos relámpagos.
Y por los siglos de los siglos, todo
Lo que el amor entraña
Habrá de ser lo mismo.
Con su herida y su bálsamo,
Con su paso y su huella,
Con su aurora y su noche,
Con su viaje y su arribo,
Con su estrella y sus nubes,
El misterio de amor
Será lo mismo siempre.

En el ceño fruncido del otoño
En el verdor sonriente del estío,
En el róseo esplendor de primavera
Y el helado mutismo del invierno,
Sólo el amor como el amor que existe,
Puede ser uno y vario
Puede ser algo y todo,
Puede ser de lo efímero la esencia
Y hasta ser una chispa de lo eterno.


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Poema Cuarto canto - Eduardo Ritter Aislán