La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.
Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿Quién los defiende? Nadie. Pero, ¡qué resistencias
Las de estos hombres! Tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.
Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
Se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.
Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
Como es de generosa la vida de las cumbres,
Donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.
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