Dijo Dios: “La gloria santa,
que en mi derredor se agita,
quiere una alfombra infinita
donde reposar su planta.”
Y dijo el mundo: “Ambiciono
que, colgado en el espacio,
tenga un techo mi palacio,
y tenga un dosel mi trono.”
Los ángeles esto oyeron,
y, al pie de su excelso coro,
con sus cabellos de oro
inmensa gasa tejieron;
y, llenándola de rojos
y de blancos resplandores,
pusieron en sus colores
todo el azul de sus ojos;
y luego con ricas galas
allí las nubes bordaron,
y en las nubes derramaron
todo el nácar de sus alas;
y en la bóveda azulada
pusieron sus leves huellas,
y en la luz de las estrellas
los rayos de su mirada;
la gasa flotó al azar,
y el sol y la luna fueron
los florones que prendieron
su ondulación al flotar;
y, en fin, con el ancho velo,
que en la extensión se perdía,
los ángeles aquel día
dejaron formado el cielo,
y lo extendieron en pos
por los ámbitos profundos,
para dosel de los mundos
y para alfombra de Dios.