Hoy, día para vivir, para morir si cabe.
Abro la única página de mi diario, misteriosamente en blanco una vez más, esta mañana.
Recuerdo apenas que una mano trémula -¿mía acaso?- ayer cerró el diario, justo después de escribir con puño de dolor sobre un herida abierta.
Tan estrecho es el surco que la palabra deja sobre el papel, que es difícil seguirla hasta su término, y aún más viajar con ella en busca del sentido, remontando el cristal de la apariencia.
Aquí pregunto, sin hallar respuesta, por el tiempo. Aquí ordeno las cosas que no me han sido dadas, en filas y columnas, para olvidarlas una por una según las coordenadas de su ausencia.
Un espacio para ser… Darme cuenta de ello asomándome al blanco como color-destino que deshace los márgenes de esta única página.
Los nítidos recuerdos de las páginas arrancadas y rotas, apilados por otra mano amiga en la memoria, flotan en el naufragio de un poema sin fondo, a la deriva en la corriente fresca que siempre está pasando.