Desconocer que el río es una espada
y que las cosas sueñan sueños propios
es ignorar que aquí,
junto a nuestra mirada,
existe otra:
la mirada recóndita del mundo.
Cuando se la descubre,
la vida se da vuelta como un guante
que devuelve la mano que encerraba
y el tacto liberado
toca por vez primera cuanto existe.
La realidad es un tiempo doblado
que es preciso desdoblar como una tela
de singular delicadeza
para encontrar adentro
otra mano que aguarda.
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