En la lluvia reconozco el lugar de donde vengo;
El agua apaga este amor feroz, incandescente,
Que le tengo a las campanas cuando tocan las raíces
De mis músculos y el vino de mi sangre.
La vida ha de irse, es la única condición que compartimos
Cuando vemos partir todo lo que amamos. Lo único,
Tal vez, surco en la memoria abriendo el silencio.
Por eso, al recordar, hacemos un apéndice del eco:
El barco del reloj se pone quieto y en pos del trance;
Uno se descubre aprendiz de rostros, viajes y cavernas.
También me reconozco en los espacios vacíos y sangrantes:
Tiempo redondo, acaso mi propio horizonte. Mi desvelo.
Mi única querencia para asir la esperanza a mi pálpito.
Toda vida regresa recordando y muriendo. Lo demás es noche
Y un puente inventado hacia la eternidad…