Cuando era niño cerraba los ojos
A cada tormenta, los muros de la casa
Se sacudían, el agua de la lluvia
Penetraba por debajo de las puertas.
Mi casa no luchaba, el niño no luchaba.
El agua arrastraba los sueños,
Los juguetes; el viento cortaba la soga
Y se llevaba al perro, se colaba
Por los intersticios y se adueñaba de todo.
No importa el tiempo transcurrido,
Los dolores y los trabajos, lo visto
Y lo presentido, lo amado y lo odiado,
Cada noche de tormenta regreso a aquella casa,
Soy de nuevo el niño con los ojos cerrados.
Anduve por la raíz de la lluvia
Hasta esta casa sucia y corroída.
La humedad cubre los paredes,
El polvo domina el aire.
La tarde anticipa la noche
Y en lo oscuro trabajará el óxido
En llaves y herrajes.
Y es amargo
El pan con que me alimento.
Y es turbia el agua que bebo.
Y la voz que oigo, o creo oír,
Parece llegar del otro lado del mundo
Y apenas si proviene del cuarto contiguo,
Vacío, y no es sino una falla
En el apretado tejido del silencio.
(Afuera y a lo lejos,
Un perro ladra a la lluvia,
La lluvia lo moja, con indiferencia.)