Voy a hablar para las niñas que aún se huelen las manos y me recuerdan
para los muchachos pescadores que me enseñaron a seducir a los vientos y a sumar su furia a mi ruta
mientras creían que hablaba su idioma
mientras creían a dios y a dios de su parte
voy a hablar para los del encuentro irreparable
y voy a hablar para la dama con ojos de campiña y ubres de leches eternas. Ésa es mi madre.
Ellos se merecen que pronuncie mi nombre antes de la extinción.
Mi recuerdo será la enredadera donde caiga la ciega que viene a usurparme
A imagen y semejanza.
Niñas, madre, Muchachos ¿Cómo advertiros?
tiene un brillo que se hace imprescindible en el tiempo en que se fabrica una montaña
tiene un libro donde encuentran nombre y sepultura todos los sabores y un pájaro al hombro que se traga un quejido y escupe un mapa.
En el arco que yo describa para habitarla, en esa lenta pirueta sobre aguas hediondas consiste mi muerte