Le pinté la pecera de color caramelo.
Le compré doce cuerdas de guitarra
Y le puse de nombre K 121.
Era hermoso y brillante.
Y era capaz, de un salto, de hacer un pentagrama
Con huevas de caviar y cintas plateadas.
Y cuando me dormía rendida por la pena,
Iba de un lado a otro componiendo preludios
Y bellas melodías que convertían el mar
En un cuenco de arpegios y sonatas.