Río de cristal dormido,
y encantado; dulce valle,
dulces riberas de álamos
blancos y de verdes sauces.
– El valle tiene un ensueño
y un corazón; sueña y sabe
dar con su sueño un son lánguido
de flautas y de cantares-.
Río encantado; las ramas
soñolientas de los sauces,
en los remansos caídos,
besan los claros cristales.
Y el cielo es plácido y blando,
un cielo bajo y flotante,
que con su bruma de plata
acaricia ondas y árboles.
– Mi corazón ha soñado
con la ribera y el valle,
y ha llegado hasta la orilla
serena, para embarcarse;
pero, al pasar por la senda,
lloró de amor, con un aire
viejo, que estaba cantando
no sé quién, por otro valle-.
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