‹Soy una prostituta japonesa
del siglo diecisiete,
joven, bella.
Hago el amor a un comerciante
para quien quemo áloe, templo sake
y samicén, y desciño mi faja
lentamente.
El fulgor en la noche.
De amanecida pedirá papel,
pincel, le haré la tinta,
y esbozará unos signos
elegantes.
Hallaré aquella noche varios siglos más tarde
leyendo a Saikaku.
Aquel fulgor.
(De Otros labios me sueñan, 1982)