Como un río me recorre
este clamor interno
y dibuja el contorno
de la limitación.
Su ruido es balbuceo,
ni siquiera palabras
que digan o desdigan:
Son ascuas de una lengua
condenada al vacío,
el principio que brota
porque ha sido final.
En su terca costumbre
de ser materia viva,
ingrávida resuena
su voluntad de nada.
Ordena sus silencios
como una rosa abierta
y entona el contrapunto
de la luz y del viento.
Llama a la noche y entra
en el oscuro reino
de las sombras perpetuas
y allí se reconoce:
es el eco de un nombre,
la tinta de un escrito,
la huella de unos pasos
que ni vienen ni van.
Como un río me recorre
este clamor que nada
dice de mí, ni sabe,
ni le importa mi música.
Suena en el cuerpo, acalla
las eternas preguntas,
diluye el pensamiento
en su propio torrente
y borra mi figura.
Por la memoria esparce
su crepitar, quemando
la hojarasca que cubre
la conciencia y su valle.
Se apodera del tiempo,
hace suyo el paisaje
de mis días. Resuena
ya sin mí.