Ajeno al veredicto, el hijo duerme,
Duerme en cuna de agua en paz profunda
Mientras su madre se acaricia el vientre
Dudando si volverse nido o tumba.
Inquieta, suma, resta y delibera
-jurado y juez a un tiempo – sin testigos
Que puedan defender esa inocencia
Que crece en sus entrañas como niño.
No. Tal vez no dé a luz y le encomiende
Su flor a un jardinero sin conciencia
Que arrancará del surco su simiente
Como quien se deshace de una piedra.
Quizás esas pupilas diminutas
No estrenen claridades del mañana
Ni observen el entorno de la cuna
Donde el amor se viste de esperanza;
Quizás esos pequeños pies no lleguen
A intentar horizontes, y esas manos
Hambrientas de caricias, nunca entierren
Su peso en el refugio de un regazo.
Acaso queden frases nunca dichas
Por labios que aún se deben perfilar,
Y esa frente que hoy se abre hacia la vida
Se eclipse antes del acto de pensar.
La madre saca cuentas. Duerme el niño;
Duerme en sombras. Confiado. Y duerme en paz
Ajeno al decisivo veredicto
De portazo de sangre… o de hijo,
De futura persona… o de final.