LA tristeza es redonda como un giro del mundo
Y envejece los cuerpos con su mirada viuda
Y separa los nombres, las manos, los océanos.
La historia vive allí,
Por aquella explanada de las flores del número,
Aproximadamente encima de los muertos.
Algún día la lluvia desprenderá un olor tan azulado
Como el ardor del fuego
Y cambiarán los días de piel y habrá otra raza
Al mando del silencio.
Yo sé que en esta brisa navegan los aromas
De nuestros entrañables amaneceres
En la isla del tiempo:
Aquel perfume un poco a temblor de los fresnos,
Un poco a infancia y a cuerpo apetecible y a pizarra.
Volverán otros trenes cargados de años nuevos,
De nieve reciente, de veranos,
De brumas adormecidas, de hierbas venenosas
Y libélulas al borde de los años del agua.
Volverán otros pasajeros con el destino a cuestas
Y sus hijos mamando y sus mujeres
Con cántaros
Y fuentes sobre su pelo negro.
Volverán otros emigrantes a levantar sus casas
Encima del olvido,
Ese país de fiebre donde todos los seres
Hemos perdido a alguien.
Y otros segadores por entre el mediodía de la avena.
Y otras hilanderas buscando los umbrales
Para tejer su hastío hacia la media tarde.
Y otros pescadores con sus conchas de voz
Marítima y profunda.
Todo regresará, pero nunca lo mismo.
Por eso os decía que el mundo gira triste,
Más triste a cada vuelta,
Casi tan triste a veces como la misma lágrima.
Y la historia se empeña en gritar en voz alta
Sus mentiras de adobe
Y repetir sus rosas como estación de sangre.
(A Cuca, Aurelio, Pablo y José, que volverán)