USTED seguro que ha sentido vergüenza alguna vez
Al decir que en su cuarto caía una gotera
O que su pobre madre le hacía el bocadillo
Siempre de natas con azúcar
– son cosas de la vida-.
Confieso que en mi casa el olor a humedad
Era casi entrañable
Y todos los domingos se comían garbanzos,
Salvo en alguna fecha señalada.
Que lloré muchas veces por no querer llevar
Los jerseys con coderas
O no tener un lápiz con enanito arriba.
Confieso que la ropa nos la daban los primos
Que ahora son albañiles
Y que nuestra familia se rompió por la herencia
De unos metros cuadrados de baldosas con taras
-son cosas de la vida-.
Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,
Tuve el chupete debajo de la almohada.
Confieso que los míos son personas sencillas:
Usted sospecha que hablo de un padre que no sabe
Lavarse bien los dientes,
De una mujer que escribe con mala ortografía,
De unos hermanos fieles como la misma sangre
Y una casa que huele, cada vez que entro en ella,
A las húmedas manos de la melancolía.
Confieso que he nacido donde hubiera elegido
Por encima de todo
Cada vez que naciera.