UNA MELANCOLIA DE ORO VIEJO
Trenza y destrenza, en el fugaz espejo
De los charcos, caminos, a las hojas
De apagado verdor y venas flojas.
Una melancolía acariciante
De piel ausente y palomar distante;
Voz escondida de agua en algún lado
Cuyo rumor, se filtra en mi tejado,
En el suburbio mate vespertino.
Una melancolía sin camino
Donde los pies, remachan soledades
Sobre el húmedo barro, en dos mitades;
Donde cada suspiro es un silencio;
Donde, con el crepúsculo, evidencio,
La falta de la tuya, en mi pupila.
La tarde se me va, turbia y tranquila,
Sin esperanza de un mejor mañana,
Por mas que el sol reviente en lluvia grana
Y repiquen los gallos; por mas sueño
De besos infinitos, con que el ceño
Pretenda desfruncirme el buen Morfeo;
Pues, otra vez, mañana, el agrio, feo,
Estéril, decorado de mi día,
Tendrá los tintes de melancolía
De estos atardeceres solitarios;
Los mismos tristes, solos, escenarios,
Para la misma farsa, nube oscura,
Que vaticina un alba de locura
Redoblada por veinte campanarios.