Una mancha sombría y extensa

Una mancha sombría y extensa
Borda a trechos del monte la falda,
Semejante a legión aguerrida
Que acampase en la abrupta montaña
Lanzando alaridos
De sorda amenaza.

Son pinares que al suelo, desnudo
De su antiguo ropaje, le prestan
Con el suyo el adorno salvaje
Que resiste del tiempo a la afrenta
Y corona de eterna verdura
Las ásperas breñas

Árbol duro y altivo, que gustas
De escuchar el rumor del Océano
Y gemir con la brisa marina
De la playa en el blanco desierto,
¡yo te amo!, y mi vista reposa
Con placer en los tibios reflejos
Que tu copa gallarda iluminan
Cuando audaz se destaca en el cielo,
Despidiendo la luz que agoniza,
Saludando la estrella del véspero.

Pero tú, sacra encina del celta,
Y tú, roble de ramas añosas,
Sois más bellos con vuestro follaje
Que si mayo las cumbres festona
Salpicadas de fresco rocío
Donde quiebra sus rayos la aurora,
Y convierte los sotos profundos
En mansión de gloria.

Más tarde, en otoño
Cuando caen marchitas tus hojas,
¡oh roble!, y con ellas
Generoso los musgos alfombras,
¡qué hermoso está el campo;
La selva, qué hermosa!

Al recuerdo de aquellos rumores
Que al morir el día
Se levantan del bosque en la hondura
Cuando pasa gimiendo la brisa
Y remueve con húmedo soplo
Tus hojas marchitas
Mientras corre engrosado el arroyo
En su cauce de frescas orillas,

Estremécese el alma pensando
Dónde duermen las glorias queridas
De este pueblo sufrido, que espera
Silencioso en su lecho de espinas
Que suene su hora
Y llegue aquel día
En que venza con mano segura,
Del mal que le oprime,
La fuerza homicida.


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Poema Una mancha sombría y extensa - Rosalía De Castro