A la poeta Gioconda Belli, abadesa del amor,
Una vez releído su libro Sobre la grama.
Son tutorías del amor, visiones y guanábanas después de regatear la pasión en el poema.
Será entrega diáfana como palabra, suavidad del pétalo, balanza dulce de la carne…
La blandidez secreta y femenina con redondo sueño del verde seno y escalofrío bebido en las valvas del ensueño;
Alta en la grama del tiempo, mimosa y acurrucada.
Solo el aire del misterio la posee, no hay quien la toque a destiempo si se resiste y muere con enjambres;
Flota con señorío de muslo y se entrega a la selva y el alba.
Espera y ama, y se desvive en savia bautismal para el placer con hilacha del eros literario y sin memoria,
Con lunar disperso en la piel, pues solo el verde perfecto muerde la boca del espíritu celeste que vive
Y sacraliza lo terreno.
Se torna núbil y hechicera, uña y carne adobadas en dolor de haber amado,
Y hermética dulzura de la metáfora se abre al placer y hambre del poema.
Es mujer con pedúnculo y cielo, y la espera sobre la grama.