Tengo un papel guardado, mi joven secretaria,
El último recuerdo que me dejó tu tinta.
Era en aquellas horas de la rutina diaria
Cuando hacías el cinco con la curva distinta.
Desafiando a Pitágoras y su correcta forma,
Mucha gracia me hacia tu cinco diferente.
La aritmética tuya alteraba la norma
Como cambiando el curso normal de una corriente.
Pero hoy extraño el cinco aquel que tú me hacías.
Lo mismo que puñales, van lloviendo los días,
Y andando hacia tu ausencia me traicionan los pies.
Porque ahora evocando tu número deforme,
Mi corazón maltrecho, por su tristeza enorme,
Tiene un gran parecido con tu cinco al revés.
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