Credo

Como águilas hambrientas
Mis ojos indagaron en los preceptos místicos.
Pero la más indemne oscuridad
Encadenó de sombras mi camino.
Igual que dos pantallas receptoras
Se abrieron mis oídos.
Pero el silencio, como un trueno mudo,
Fue la tumba callada de mis tímpanos.
Sentí en el paladar
El húmedo secreto de algún secreto río.
Pero mi boca, como un túnel agrio,
Apuró los acíbares del mito.
Comencé a respirar tan fuertemente
Que mi olfato fue lava de un volcán invertido.
Pero nadie encendió su pebetero,
Ni perfumó mi noche con sándalo divino.
Como Tomás alcé las manos ávidas
Con la ansiedad de un niño sin cariño.
Pero algo de orfandad cubrió mi tacto
Y en mi ademán se dibujó el vacío.
II
Y un día el Redentor
Se acercó de improviso,
Con las cinco respuestas
A mis cinco sentidos.
-Señor, logré encontrarte
En la cronología de mis propios latidos.
No en la ciencia del hombre, fue en la ciencia
Que ignoran los científicos.
No hacia afuera, hacia adentro, que es donde está tu altura,
Excavando en la hondura de mí mismo.


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Poema Credo - Luis Mario