Entre mi piel y la tuya,
el muro negro imposible
y el abismo, intransitable
que no borra,
más que un instante,
el deslumbramiento cegador
del éxtasis,
relámpago aniquilador efímero
de realidades.
Límite insalvable,
la soledad del cuerpo
que circunda
el hambriente vacío,
en torno a donde crece
concreta muralla
de carne, huesos y nervios;
sobre la que se alza,
única vencedora,
la palabra.
La palabra que perfora muros,
cruza abismos,
anula distancias
y nos penetra
intensa
para quedarse.
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