Tantas horas pasamos ante el fuego
Que acabamos volviéndonos ceniza.
Abrazamos los troncos lacerados,
Adoramos la hojarasca de la tarde,
La inútil yesca de algún sueño.
La infatigable araña de las horas
Fue tramando sus hilos. Nuestros ojos
Sólo encontraron sal en los espejos.
Ni una lágrima pudimos derramar.
Como a un vilano solitario, el viento
Nos dejó desnudos sobre el polvo.