A María Delgado Rodas
…Sueño que fuiste impulso de mi latido,
Y alas en mi anhelar:
Te mata la vida que nutriste,
Como la flor el fruto nacido de sus galas.
Afán que me hechizaste de tan triste,
Pensamiento clavado
En mis frágiles pulsos; estilete sutil:
A esa punta que hincaste pereces, traspasado.
Loco sueño disuelto en mi sangre febril:
¡esa sangre te ahoga!
…Morir te miro, ensueño
Que fue yo toda – como fue tronco toda hoguera,
Y charco toda nube – en un trasvasamiento
Imperceptible, blando, como un deshojamiento de rosa,
En un temblor de atravesada mariposa.
Morir te miro, ensueño,
Como el árbol mirara arder el vicio leño
Cortado de su rama, o pudrirse la hoja
De cuyo muerto libre saldrá la yema roja.
Morir te miro, ensueño,
Y tu postrer tristeza es ya casi alegría,
¡y tu último suspiro es ya casi esperanza!
…Hoja muerta, que vuelves a la tierra madura:
¿en qué capullo nuevo, húmedo de ternura,
Renacerás mañana, ensueño en agonía…?
Fuimos, en sueños compañeros
Fuimos, en sueños, compañeros:
La vigilia no nos unió.
¡Sólo en los sueños traicioneros
Su pie a mi paso se ajustó!
Labios gemelos en el ansia:
¡no unisteis nunca vuestro ardor!
Pupilas, astros de constancia:
¡nunca rimasteis un fulgor!
Jamás la diestras se estrecharon;
Los labios sedientos no hablaron;
Pero el juramento existió.
Nunca las bocas se besaron;
¡de los besos que no quemaron,
Brasa fue el doble corazón!