Errante sol de aromas circundado
tu ardiente lumbre tenue debilita;
que ya mi corazón, de arder cansado,
negro sus alas moribundo agita.
Grupo de luz que extravió la luna,
ángel perdido que bajó del cielo,
visión deslumbradora, que importuna
mi sien circunda en caprichoso vuelo.
¡Girar y más girar!… Lentas sus alas
lumbrosa tiende en blando movimiento.
¿Eres el alma que de mí te exhalas?
¿O eres tal vez mi mismo pensamiento?
Fantasma de la mente, llega, llega,
desprendida mitad del alma mía,
aunque tu imagen me deslumbra y ciega,
blanca de noche, y negra por el día.
Se mece ante mis ojos desplegada
como la espuma cándida de un río,
tal vez por los suspiros agitada
que salen hondos, ¡ay! del pecho mío.
Su virgen luz perdida, en el ambiente
reverbera purísima y serena,
y en las límpidas aguas del torrente,
cuando acarician la tostada arena.
Sobre mi frente gira luminosa,
luciente envidia de la nieve y grana,
copia feliz de la encendida rosa,
lisonja del albor de la mañana.
En donde quiera engendra el alma mía
su imagen pura, rutilante y bella,
ante el disco del sol al medio día,
por la noche en la faz de cada estrella.
Y quisiera abarcar al ver su lumbre,
hidrópica mi vista fascinada,
de los astros, la inmensa muchedumbre,
para verla sin fin multiplicada.
Me revela fantástica su risa
oscilando el arroyo cristalino,
y su acento el murmullo de la brisa,
y también el zumbar del torbellino.
La veo en todas partes seductora,
llevada de mi ardiente fantasía,
en cada rayo al despuntar la aurora,
en cada sombra al caducar el día.
Y despierto la miro embebecido,
animada ilusión de mi deseo;
y si cierro los ojos adormido…
yo no sé dónde está, pero la veo.