Leyendo un día un libro, de repente,
Hallé un ejemplo de melancolía,
Un hombre que callaba y sonreía,
Muriéndose de sed junto a una fuente.
Puede ser que mirando la corriente,
Su sed fuera más triste todavía,
Aunque acaso aquel hombre no bebía,
Por no enturbiar el agua transparente.
Y no sé más. No sé si fue un castigo,
Y no recuerdo su final tampoco,
Aunque quizás lo aprenderé contigo.
Yo enamorado, soñador y loco,
Que me muero de sed y no lo digo,
Que estoy junto a la fuente y no la toco.